Meditación: La piedad de Dios

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Meditación: La piedad de Dios

«Quienes anunciaron la verdad y fueron ministros de la gracia divina; cuantos desde el comienzo hasta nosotros trataron de explicar en sus respectivos tiempos la voluntad salvífica de Dios hacia nosotros, dicen que nada hay tan querido ni tan estimado de Dios como el que los hombres, con una verdadera penitencia, se conviertan a él. (…) Consideró como padre excelente a aquel hombre que esperaba el regreso de su hijo pródigo, al que abrazó porque volvía con disposición de penitencia, y al que agasajó con amor paterno, sin pensar en reprocharle nada de todo lo que antes había cometido” -San Máximo el Confesor.

IV Domingo de Cuaresma

(Jos 5, 9a. 10-12; Sal 33; 2 Cor 5, 17-21; Lc 15, 1-3. 11-32)

¿Quién no conoce alguna representación del pasaje evangélico que narra el retorno a casa del hijo menor? Se ha convertido en el icono de la misericordia y de la conversión. Y la revelación del amor entrañable de Dios.

Texto bíblico: «Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.» Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. (Lc 15, 20)

El Papa Francisco, se refiere al texto evangélico, cuando comenta: “La parábola ofrece una profunda enseñanza a cada uno de nosotros. Jesús afirma que la misericordia no es solo el obrar del Padre, sino que ella se convierte en el criterio para saber quiénes son realmente sus verdaderos hijos. Así entonces, estamos llamados a vivir de misericordia, porque a nosotros en primer lugar se nos ha aplicado misericordia. El perdón de las ofensas deviene la expresión más evidente del amor misericordioso y para nosotros cristianos es un imperativo del que no podemos prescindir” (MV 9).

Pensamiento

Desde las parábolas del Evangelio de San Lucas, no hay excusa para no volver al abrazo entrañable de la misericordia. Nadie podrá decir a mí no me alcanza el abrazo de Dios, su perdón.

Oración

«No insistas en que te abandone y me separe de ti, porque donde tú vayas, yo iré, donde habites, habitaré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios” (Rut 1, 16).

Propuesta

Vuelve al Señor, no te justifiques nunca en tu debilidad. Él es más que tu posible pecado y se conmueve cuando nos reconocemos menesterosos.


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente.
 
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