XXVIII Domingo del tiempo ordinario (Is 25, 6-10a; Sal 22; Flp 4,12-14.19-20; Mt 22, 1-14)
Meditación
Estamos en otoño, tiempo de recoger los frutos, meses de cosechas, y de celebrar el rendimiento de los trabajos. Tiempo de agradecer a Dios la fecundidad de la tierra, el sustento cotidiano, la mesa que dispone sobre los campos para que nadie pase hambre.
Los textos que hoy nos propone la Liturgia se concentran en la figura del banquete. Y aunque la carta de san Pablo a los filipenses se lea como lectura continuada, sin una correspondencia tan evidente como la que se da entre el evangelio y la profecía de Isaías y el salmo, sin embargo, también resuena en ella la referencia al hambre y a la saciedad. «Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta» (Flp 4, 12).
Es posible contemplar en los textos un sentido cósmico y natural, y, a su vez, podemos leerlos en clave teologal y profética, interpretándolos desde el regalo que nos hizo Jesús con el don de la Eucaristía.
El texto del profeta: «Preparará el Señor de los Ejércitos para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos» (Is 25, 6), y el del salmista: «Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa» (Sal 22), hacen clara alusión al Sacramento de la Eucaristía, auténtico banquete, en el que se sacia la necesidad de Dios.
La selección de las lecturas del Antiguo Testamento con relación al texto evangélico, permiten elevar el significado de la Eucaristía, no solo como banquete de fiestas, sino como banquete esponsal, de unión y de pertenencia al Señor, dispuesto para todos. «Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales» (Mt 22,10).
Hay una advertencia importante sobre cómo participar en la comida nupcial con la vestidura adecuada. La túnica necesaria la recibimos por la misericordia divina, pero no podemos ser pretenciosos y acercarnos como intrusos al banquete de bodas.
Ante el mensaje revelado, las actitudes y sentimientos adecuados son, por una parte, el agradecimiento a Dios provisor y providente, y a Jesucristo que se nos da como manjar del cielo, y por otra parte, de humildad a la hora de participar de la mesa santa, y de solidaridad, para que a todos llegue el pan cotidiano, y el pan de la Palabra y de la Eucaristía.
Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)
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