Meditación: el plan de Dios

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Meditación: el plan de Dios

XXV Domingo del tiempo ordinario, ciclo A  (Is 55, 6-9; Sal 144; Flp 1, 20c-24. 27ª; Mt 20, 1-16)

Planes y proyectos

Este mes de septiembre, en muchos departamentos, escuelas e instituciones, se comienzan a aplicar planes y proyectos nuevos, con el deseo de impulsar la actividad, tanto educativa como empresarial, e incluso en las instituciones eclesiales, para relanzar la nueva evangelización y la actividad pastoral.

La Palabra de Dios que se proclama este domingo nos suscita una pregunta interior incómoda. Ante el nuevo curso y los nuevos deseos, ¿podremos decir que no han nacido de una estrategia humana, especulativa, y hasta especuladora, sino de la oración, de la escucha de la Palabra, de la moción del Espíritu?

La advertencia del profeta nos impulsa a preguntarnos por qué y por quién hacemos lo que hacemos. El Señor dice: «Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos» (Is 55). A la vez, el salmista afirma que «El Señor es justo en todos sus camino» (Sal 144).

La parábola de la viña

Cuando meditamos la parábola de la viña, es posible que nos veamos reflejados en los obreros de la primera hora, que hacen sus cuentas comparándose con los otros, y sienten el agravio de que los últimos reciban el mismo salario que ellos.

¡Qué escozor se siente cuando uno se descubre especulando con Dios y haciéndole las cuentas de lo que cree que ha hecho por Él, en la misión que se le ha confiado! Sobre todo cuando comprende que si ha tenido fuerzas y voluntad, si ha tenido tarea y lugar donde llevarla a cabo, ha sido porque la Providencia del Señor lo ha posibilitado.

Hoy el Evangelio rompe todo afán perfeccionista, todo proyecto pretencioso que conduce a creerse perfecto, cumplidor, merecedor del salario, con título de honra, que diría santa Teresa de Jesús, para exigir un puesto importante a los ojos de Dios y en la sociedad, hasta en la Iglesia. La sentencia de Jesús es contundente y descoloca nuestro orden y protocolo: «Los últimos serán los primeros y los primeros, los últimos» (Mt 20, 16).

Es humano creerse con derechos. En general somos muy hipersensibles cuando no nos los reconocen. Sobre todo, en lo que se refiere al protocolo de honor. Jesús será radical en su propuesta: «El que quiera ser el primero, que sea y se haga el último«.

San Pablo nos ofrece la consigna para el mejor proyecto: «Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo» (Flp 1, 27). El Evangelio tiene una exigencia extraña, que solo la comprenden los que buscan al Señor: «El que quiera ganar su vida, que la pierda». «El que quiera ser señor, que sea vuestro servidor».


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)

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