Aquí estoy, Señor
Llamada al seguimiento
«Tú eres mi siervo (Israel) de quien estoy orgulloso.»
Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, (Is 49, 3)
«Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y en cambio me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: «Aquí estoy». (Sal 39)
«Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo, por voluntad de Dios» (1Cor 1, 1)
«Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios» (Jn 1, 34)
Recepción de la palabra
Aunque ya es el segundo domingo del Tiempo Ordinario, al haberse celebrado la semana anterior el Bautismo de Jesús, hoy comenzamos el camino del tiempo más extenso, que comprende 34 domingos y que se interrumpe por el tiempo cuaresmal y el tiempo de Pascua.
En este contexto, la Palabra de Dios nos ofrece la resonancia de la elección y de la llamada al seguimiento de Jesús, Hijo de Dios. La vocación del profeta Isaías, en paralelo con la de San Pablo, y la respuesta del salmista -«Aquí estoy, para hacer tu voluntad»-, concentran el mensaje de las lecturas de hoy, que se convierte en propuesta.
Cada uno debemos personalizar la Palabra que se nos dirige directamente al corazón, a las mismas entrañas. Aunque el texto describa la fenomenología de la vocación en clave profética, referida sobre todo a Jesucristo, cada uno debe hacerse eco de la voluntad divina que nos ha creado, redimido y elegido y nos ha dado unos dones para ser luz y anuncio de lo que hemos visto y oído, al contemplar el Misterio de la Navidad.
Todos tenemos una llamada concreta, desde antes de nacer, que se va explicitando con el curso de los días y de los acontecimientos, mediaciones providentes que despiertan la conciencia y la dejan percibir la atracción hacia una forma de vida cristiana y una misión solidaria.
Es día de escuchar dentro, de consolidar la identidad. Después de celebrar el Bautismo del Señor y de haber renovado nuestras promesas, es momento propicio de responder con novedad: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas.» Y así cada día.
Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)
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