«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Lc 18, 10-14)
COMENTARIO
La parábola en la que aparecen como protagonistas un fariseo y un publicano es luminosa a la hora de discernir la diferencia que hay entre ser creyente a ser cumplidor de unos ritos. O lo que es lo mismo, la diferencia que hay entre quien se cree salvado por sus méritos, y el que se sabe redimido y perdonado por Dios. Observamos las diferentes posturas corporales que manifiestan la actitud interior. Mientras el fariseo se mostraba ostentosamente erguido, el publicano aparece humillado. El fariseo se presenta ante Dios de forma vanidosa; el publicano, en cambio, como menesteroso. Y resuena el canto de María: “El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.”
LA HUMILDAD
La puerta por la que se debe iniciar el camino espiritual es la humildad, virtud por la que se reconoce la pobreza personal y la misericordia divina. María se alegra porque Dios ha mirado su humildad. En algunas traducciones se dice la humillación. El Beato Juan Pablo I llegó a afirmar: “Corro el riesgo de decir un despropósito. Pero lo digo: el Señor ama tanto la humildad que a veces permite pecados graves. ¿Para qué? Para que quienes los han cometido —estos pecados, digo— después de arrepentirse, lleguen a ser humildes. No vienen ganas de creerse medio santos cuando se sabe que se han cometido faltas graves” (Audiencia General, 6 de septiembre 1978).
PROPUESTA
¿En quién te sientes más reflejado, en el fariseo o en el publicano?
Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web) El contenido de este artículo puede ser reproducido total o parcialmente en internet y redes sociales, siempre y cuando se cite su autor y fuente original: www.la-oracion.com y no se haga con fines de lucro