«Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón» ¿Dónde está tu corazón?

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No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas” (Lc 12, 32-34).

Comentario

Estamos en pleno mes de agosto; ayer celebrábamos la Transfiguración del Señor, en la que en medio de la luz, Jesús hablaba de su próxima Pasión. Hoy las lecturas nos alertan para que no pongamos nuestro corazón en lo que perece y para que no quedemos cautivos o esclavizados por afectos desordenados. Se hace apotegma la expresión: “Donde está tu tesoro, allí está tu corazón”. El Evangelio nos aconseja una manera de permanecer atentos: “Ceñida la cintura y encendida la lámpara”, que es igual a permanecer atentos, vigilantes, dispuestos a emprender la marcha y a recibir al Señor a la hora que Él venga.

Ceñida la cintura

Se puede considerar improcedente recomendar en tiempo estival apretarse el cinturón y sin embargo, parece providente el aviso ante las noticias que nos llegan cada día. La mayor razón de ceñirse no está en la economía, sino en permanecer despiertos, como en la noche de Pascua, para emprender el camino del Éxodo, que es el camino de la vida. Mantener encendida la lámpara evoca la parábola de las vírgenes prudentes. Quizá las vacaciones invitan a cierta relajación, y aunque el mismo Jesús aconseja mantener el equilibrio entre el hacer y el descansar, no es bueno perder la actitud de la vigilancia. Ir ceñido es caminar con la conciencia de ser creyente.

Propuesta

¿Dónde tienes puesto el corazón?


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