Cristo es nuestro guía en las tormentas

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Meditación: La tormenta

Evangelio

Llegada la noche estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada, se les acercó Jesús andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: -¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! (Mt 14, 22-33)

 

Texto profético

Pasó antes del Señor un viento huracanado, que agrietaba los montes y rompía los peñascos: en el viento no estaba el Señor. Vino después un terremoto, y en el terremoto no estaba el Señor. Después vino un fuego, y en el fuego no estaba el Señor. Después se escuchó un susurro. Elías, al oírlo, se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada de la gruta (1Re 19, 11-13).

 

Texto apostólico

“… prendieron a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública. Pero, por la noche, el ángel del Señor les abrió las puertas de la cárcel y los sacó afuera, diciéndoles…” (Act 5, 18-19)

 

Texto místico

En una noche oscura,/ con ansias en amores inflamada,/ (¡oh dichosa ventura!)/ salí sin ser notada,/ estando ya mi casa sosegada (San Juan de la Cruz).

 

Consideración

Desde la resurrección de Cristo, la noche, el dolor, la muerte no son la última palabra. En la Biblia, el día comienza al atardecer y termina a plena luz.
Desde la clave cristiana se autentifica la visión del salmista: “Ni la tiniebla es oscura para ti, | la noche es clara como el día, | la tiniebla es como luz para ti” (Sal 138).
La fe nos permite transfigurar toda realidad, y aunque el momento presente tenga los matrices de la tormenta, del huracán o del fuego, siempre se permanece en la confianza de que llegará la brisa, el alba, la luz, que es el Señor.

 


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente. (Consulta aquí su página web)
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