Y decían: «¿No es este el hijo de José?» Pero Jesús les dijo: «Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún». Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino (Lc 4, 21-30).
TRES CONSIDERACIONES
Hoy Jesús denuncia nuestras posibles cegueras, que por prejuicios y presunciones, nos impiden valorar a quienes conviven con nosotros. Nos justificamos en que conocemos su identidad y sus posibles defectos, y esto nos excusa de acoger el don que son.
Hoy se produce una ruptura con el nacionalismo endogámico. El Nazareno deja su pueblo y se va a un lugar abierto, fronterizo, por donde pasa la civilización del momento. Cafarnaúm representa la ciudad de tránsito; en ella acontecen signos capaces de fascinar a muchos, como a Pedro, a Andrés, a Felipe o a Mateo…
El relato destaca la autoridad moral de Jesús, quien se abre paso entre los que desean despeñarlo, pero por su porte y forma de reaccionar desconcierta a sus vecinos. Quizá la mejor defensa es precisamente no reaccionar de forma violenta ante los ataques de los demás.
PROPUESTA
¿Te dominan los prejuicios o admiras las destrezas de los demás?
Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web) El contenido de este artículo puede ser reproducido total o parcialmente en internet y redes sociales, siempre y cuando se cite su autor y fuente original: www.la-oracion.com y no se haga con fines de lucro.