Comentario a la Liturgia, V Domingo de Pascua

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«Ésta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado.» Y el que estaba sentado en el trono dijo: -«Todo lo hago nuevo.» (Apoc 21, 4-5). Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.» (Jn 13, 35)

Contemplación

Señor, al comunicarnos la novedad, tu anuncio atrae el corazón humano. Sin querer, nos cansamos de todo acostumbramiento, y sentimos peso, a veces insoportable, cuando percibimos un ambiente anclado en la inercia y cuando se argumenta con “siempre ha sido así” para imponer formas y modos que nos parecen caducos.

¿Cómo se puede comprender la novedad que contiene tu mandamiento, si al decir que es norma, cabe la reacción emancipada porque por mucho tiempo se ha sentido el peso de las reglas, los reglamentos y las leyes?

Intuyo que lo que encontramos fascinante en tu anuncio de algo nuevo, no responde al consumismo que nos destruye y nos agota, en un afán desmedido de usar y tirar, de querer estrenar constantemente sensaciones.

Si Tú eres inmutable y eterno, y tus palabras contienen toda la verdad, ¿dónde está la novedad de tu anuncio? ¿Cómo disfrutar de lo imperecedero, por sentirlo como agua fresca, flor recién abierta, brisa suave…?

Y comprendo que es en el corazón enamorado donde brota sin cesar el manantial transparente, y tu gracia aún es mayor si nuestras relaciones cristalizan en amor mutuo, que vence el odio, a la violencia y al resentimiento, porque no deja resquicio a la envidia, ni al orgullo, ni al amor propio, sino que en situaciones límite, todo se resuelve con el perdón mutuo, la ayuda fraterna, la compasión y la misericordia.

Reconozco que cuando practico el mandamiento nuevo del amor, se cumple y se experimenta la descripción del vidente del Apocalipsis, porque se enjugan lágrimas, se acompaña el dolor, se potencia la capacidad de bondad, se alcanza la experiencia necesitada de saberse amado, se difunde el suave aroma de la atracción amiga, la consolación del alma.

En este momento, en el que tantas voces reclaman una nueva forma de evangelizar, seguro que acertaríamos a mostrar la novedad permanente del Evangelio al poner en práctica tu mandamiento en los espacios comunitarios, familiares, sociales, eclesiales. Comprendo que el secreto de la novedad reside en el amor que nos tengamos.


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)

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