«Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí, con unas pocas personas. Pero luego creció, hasta convertirse en una raza grande, potente y numerosa” (Dt). “En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo” (Lc 4, 1).
Comentario: El desierto
La Liturgia de la Palabra nos invita a hacer un ejercicio de memoria de nuestras cuarentenas. En la primera lectura se recuerda el origen del pueblo de Dios, que tiene su comienzo en la travesía por el desierto de los patriarcas Abraham y Jacob, y en el Evangelio se alude, en claro paralelismo con el tiempo del Éxodo, a la estancia de Jesús en el desierto durante cuarenta días.
Ante la celebración del tiempo cuaresmal, que durará también cuarenta días, en resonancia con los cuarenta años que duró el camino de Israel hasta alcanzar la tierra de la promesa y con la estancia de Jesús en el yermo, hasta superar las tentaciones, deberemos preguntarnos qué significa para nosotros que el pueblo haya tenido que andar tanto tiempo por tierras estériles y que Jesús sea conducido por el Espíritu al páramo para ser tentado.
De alguna forma, se nos indica que más pronto o más tarde, cada uno deberá hacer las etapas del desierto, aparentemente vacías y un tanto peligrosas. Porque de ello se derivará que nos forjemos en la fidelidad a Dios y podamos combatir contra todas las idolatrías hasta alcanzar nuestra propia libertad y seamos introducidos en la anchura de la tierra que mana leche y miel, el paraíso.
El desierto es terrible y fascinante; allí la soledad se hace respiración, y el alma es abrazada por el amor; es tránsito de silencio, y lugar de la Palabra; se experimentan todos los instintos, y se es testigo de la defensa que hacen los ángeles; en el desierto cabe la idolatría mas abyecta y el éxtasis místico y esponsal. Cada uno deberemos, al cabo de la historia personal, ir describiendo la biografía de la providencia divina a lo largo de nuestra existencia, “los cuarenta años de éxodo”. Jesús nos anticipa la victoria.
Puntos de reflexión
¿En qué etapa estás de tu andadura? ¿Cuál es el combate que mantienes? ¿Te arredras ante la tentación, o la resistes? Recuerda el aforismo: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)
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