Comentario a la Liturgia, Domingo XXXIII

1882
Antropología y oración Parte II

COMENTARIO A LA LITURGIA DOMINGO XXXIII (Dn 12, 1-3; Sal 15; Hbr 10, 11-14.18; Mc 13, 24-32)

Texto

«Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad». «Me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha». «Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados». «El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán».

Meditación

Se dice que una de las características de la cultura de este momento es el presentismo, el deseo de lo inmediato, el imperio de lo efímero, el consumo del instante.

No se comprenden las opciones definitivas, se tiene miedo a los compromisos permanentes, la provisionalidad y la temporalidad se han hecho categoría, hasta para el contrato laboral y ante las opciones que más marcan a la persona.

Hay reserva ante lo que se puede presentar como definitivo, se levantan fantasmas interiores cuando se plantean decisiones de estabilidad, bien para formar una familia, bien para elegir la vida consagrada. Asusta el «para siempre».

La Palabra de Dios, que se proclama este domingo, mantiene una concordancia entre las distintas lecturas. La referencia a lo eterno, perdurable, para siempre se da en todos los textos. No como discurso del miedo, sino como la gran esperanza de alcanzar el gozo, la plenitud, la salvación.

Algunos santos se han estremecido ante la promesa de gozar para siempre de Dios. Santa Teresa del Niño Jesús, en Historia de un Alma, menciona constantemente la duración eterna de la gloria. «… pronto Dios me daba a entender que la verdadera gloria es la que ha de durar para siempre». «¡Qué dulce fue el primer beso de Jesús a mi alma…! Fue un beso de amor. Me sentía amada, y decía a mi vez: «Te amo y me entrego a ti para siempre».

Santa Teresa de Jesús anhela el «para siempre». «¿Qué le queda que desear a un alma que llega aquí, si no es que no le falte aquel bien para siempre?» A su vez, la estancia en este ñ pierde dureza, pues es pasajera. «Considerado que no es la casa que nos ha de durar para siempre, sino tan breve tiempo como es el de la vida por larga que sea, se nos hará todo suave».

La fe nos permite vivir el hoy como profecía esperanzada, contemplar la bondad y la belleza como anticipo, hacer el bien como quien sabe que es lo único que nos llevaremos. El amor no acaba nunca.


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)

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