¡Oh Virgen María, digna de la mayor veneración.
Madre e Hija del eterno Rey, que mereces ser alabada por boca de todos, venerada con el máximo honor!
Porque en tu virginidad eres candidísima,
en tu humildad eres profundísima,
en tu caridad, fervorosísima;
en tu paciencia eres mansísima;
en tu misericordia eres copiosísima;
en la oración eres devotísima;
en la meditación eres purísima;
en la contemplación eres altísima;
en la compasión eres suavísima;
en el consejo eres prudentísima;
en el socorro eres poderosísima.
Eres la Casa de Dios,
la Puerta del Cielo,
el Paraíso de delicias,
el pozo de gracias,
la gloria de los ángeles,
la alegría de los humanos,
el modelo de las costumbres,
el esplendor de las virtudes,
la luz de la vida,
la esperanza de los necesitados,
la salud de los enfermos,
la Madre de los huérfanos.
(Kempis – La Imitación de María)