Un yugo suave y una carga ligera

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¡Oh, tú, me dice, que tienes tantos trabajos y tantas cargas, ven a mí! ¿Por qué permaneces en tu agitación, aislado en los esfuerzos de un trabajo que te abruma, aplastado bajo una carga que excede a tus fuerzas? Ven a mí, únete a mí, no quieras estar solo en tu fatiga y bajo ese peso; deja el yugo, o más bien esa argolla de tu trabajo, ese yugo que tú te fabricas y que te impones tú mismo con tu agitación: ése es el que resulta duro, el que te hiere y te aplasta porque estás tú solo para llevarlo y no está en proporción con tus fuerzas ni con tu vocación. Toma mi yugo sobre ti; el mío, digo, éste que yo he preparado para ti, éste que yo he medido para tu estatura, éste que yo he proporcionado a tus fuerzas y a tu vocación. Es un yugo y no una argolla, porque yo quiero llevarlo contigo; quiero que se apoye constantemente sobre mí al mismo tiempo que sobre ti, y sobre mí mucho más que sobre ti; quiero estar contigo siempre en el trabajo y en la fatiga, y no echaré nunca la carga sobre ti; pero tú, en cambio, podrás echarla mucho sobre mi: toma mi yugo, trabajaremos juntos y verás cuán cómodo y suave es este trabajo hecho en común. ¡Qué descanso encontrarás para tu alma! Verás qué fácil es con mi yugo llevar las cargas que yo mismo tengo cuidado de prepararte. Porque si tú llevas mi yugo tomarás también mis cargas, cesarás de imponerte a ti mismo esas cargas demasiado pesadas. Yo sé lo que tú puedes y lo que tú debes hacer, y yo proporciono siempre la tarea a tus fuerzas y a las exigencias de tu vocación: consiente en hacer la experiencia y sentirás que mi yugo es suave y mi carga ligera. (José Tissot, La vida interior)