Tercero, contraemos una debilidad. El hombre, cuando peca, piensa que en adelante podrá abstenerse del pecado; pero ocurre todo lo contrario: su primer pecado debilita al hombre, y lo hace más propenso: el pecado lo domina con más fuerza, y el hombre, en cuanto de él depende, se pone en tal situación que, como quien se tira a un pozo, no será capaz de salir sino por el poder de Dios. Así, cuando pecó el primer hombre, nuestra naturaleza quedó debilitada y corrompida, y el hombre se tornó más propenso al pecado. Pero Cristo atenuó esta debilidad y propensión, si bien no la eliminó por completo; con la Pasión de Cristo quedó fortalecido el hombre, y debilitado el pecado, que ya no lo domina de la misma manera, sino que el hombre puede esforzarse y librarse de los pecados ayudado por la gracia de Dios, que recibe en los sacramentos, cuya eficacia procede de la Pasión de Cristo. «Nuestro hombre viejo fue crucificado juntamente con El, a fin de que fuera destruido el cuerpo de pecado» (Rom 6,6). Antes de la Pasión de Cristo pocos había que vivieran sin pecado mortal; en cambio, después son muchos los que han vivido y viven así.
Sobre los cinco males que acarreó el pecado y que fueron remediados por la Pasión de Cristo. Exposición del símbolo de los apóstoles. Capítulo 4