Cuando la serpiente antigua ve que caminamos derechamente a la perfección, y con vivos y bien ordenados deseos; reconociendo que no puede atraernos a sí con engaños declarados, se transfigura en ángel de luz (II Cor. XI) y entonces con pensamientos devotos, conceptos agradables, sentencias y textos de la sagrada Escritura, y ejemplos de los mayores Santos, nos solicita y persuade importunamente a que con fervor indiscreto procuremos remontarnos sobre la capacidad y medida de nuestro espíritu, para precipitarnos después en un abismo de males.(El Combate Espiritual, Lorenzo Scupoli)