Dame, Señor, tu gracia, para que te ame yo con todo mi corazón, con toda mi ánima, con todas mis fuerzas y con todas mis entrañas, así como tú lo mandas. ¡Oh, toda mi esperanza, toda mi gloria, todo mi refugio y alegría! ¡Oh, el más amado de los amados! ¡Oh, esposo florido, esposo suave, esposo melifluo! ¡Oh, dulzura de mi corazón! ¡Oh, vida de mi ánima y descanso alegre de mi espíritu! ¡Oh, hermoso y claro día de la eternidad, y serena luz de mis entrañas, y paraíso florido de mi corazón!¡ Oh, amable principio mío y suma suficiencia mía! Apareja, Dios mío, apareja, Señor, una agradable morada para ti en mí, para que, según la promesa de tu santa palabra, vengas a mí y reposes en mí. Mortifica en mí todo lo que desagrada a tus ojos y hazme hombre según tu corazón. Hiere, Señor, lo más íntimo de mi ánima con las saetas de tu amor, y embriágala con el vino de tu perfecta caridad. ¡Oh! ¿Cuándo será esto? ¿Cuándo te agradaré en todas las cosas? ¿Cuándo dejaré de ser mío? ¿Cuándo ninguna cosa fuera de ti vivirá en mí? ¿Cuándo arden tísimamente te amaré? ¿Cuándo me abrasará toda la llama de tu amor? ¿Cuándo estaré todo derretido y traspasado con tu eficacísima suavidad? ¿Cuándo abrirás a este pobre mendigo y le descubrirás el hermosísimo Reino tuyo que está dentro de mí, el cual eres tú con todas tus riquezas? ¿Cuándo me arrebatarás y anegarás y transportarás y esconderás en ti, donde nunca más parezca? ¿Cuándo, quitados todos impedimentos y estorbos, me harás un espíritu contigo, para que nunca ya me pueda más apartar de ti? (Tratado de La Oracion Y Meditacion – Pedro de Alcantara)