31 El segundo grado de humildad consiste en que uno no ame su propia voluntad, ni se complazca en hacer sus gustos, 32 sino que imite con hechos al Señor que dice: «No vine a hacer mi voluntad sino la de Aquel que me envió». 33 Dice también la Escritura: «La voluntad tiene su pena, y la necesidad engendra la corona.»
Regla