¡Oh Virgen de las vírgenes, toda suavidad y hermosura, brillante como estrella, encarnada como rosa, resplandeciente como perla, luminosa como el sol y la luna en el cielo y en la tierra! ¡Oh Virgen apacible, inocente como corderita, sencilla como paloma, prudente como noble matrona, servicial como humilde esclava! ¡Oh raíz santa, cedro altísimo, vid fecunda, higuera dulcísima! En ti se hallan reunidos todos los bienes, y por ti se dan a nosotros los galardones eternos. Todos, como hijos en el regazo de la madre, y como huérfanos en la casa paterna, acudimos a ti mientras vivimos a fin de que por tus gloriosos méritos y ruegos nos veamos libres de todo mal.(Kempis – La Imitación de María)