Quietud del gozo en el Espíritu Santo

1820

Para disfrutar del Gozo pleno, no basta que lo exterior no nos puede inquietar el corazón. ¡Ah ¡las causas más profundas de nuestras inquietudes no están afuera, están adentro; no vienen de las demás criaturas, sino que brotan de nuestro propio corazón! ¡Cuántas veces, sintiendo satisfecho uno de los afectos de nuestra alma, no estamos contentos, quisiéramos más, porque lo que poseemos no nos basta, no nos llena el corazón, y entonces nuestro pobre corazón anda como las mariposas, revoloteando por todas partes, buscando algo que pueda llenar el inmenso vacío que experimenta! Cuántas veces teniendo el amor de Dios en nuestro corazón, poseyendo la Caridad, y sintiendo ese gozo divino, el corazón inquieto, inconstante, anda buscando por todas partes algo que le satisfaga, como si la inmensa felicidad que lleva dentro no le bastara, ¿qué le faltará? ¡La Paz! La Paz no solamente aquieta el alma respecto de las cosas exteriores; sino que ordena maravillosamente sus afectos y los unifica, hace que nuestro corazón sea una sola cosa por un amor triunfante, por un amor que se enseñoree de todo nuestro ser. Por eso también la Paz es el complemento y la perfección del Gozo. La Paz sosiega al alma respecto de las cosas exteriores y sosiega las íntimas fluctuaciones de nuestros deseos, unifica en el solo afecto todo nuestro corazón. (El Espíritu Santo)