¿Qué alma habría tan endurecida que viendo esta mirada amorosísima y filial no se transforme al instante en amor? Y ¿qué alma habrá que viendo aquella mirada dolorida y amarga y como haya de ser abandonada a los sufrimientos más espantosos, visibles e invisibles, no se entregará al punto toda entera en aquel sufrimiento? ¿Qué alma habrá tan falta de amor que viendo cómo ha sido amada y viendo cómo el Señor dispuso quedarse con nosotros en este santísimo sacrificio no se transforma a sí misma plenamente en este amor?