Algunos padecen graves tentaciones al principio de su conversión, y otros al fin.
Pero otros son molestados casi por toda su vida.
Algunos son tentados blandamente, según la sabiduría y el juicio de la divina Providencia, que mide el estado y los méritos de los hombres, y todo lo tiene ordenado para la salvación de sus escogidos.
Por eso no debemos desconfiar cuando somos tentados; sino antes rogar a Dios con mayor fervor, que sea servido de ayudarnos en toda tribulación; el cual, sin duda, según el dicho de San Pablo, nos dará el auxilio junto con la tentación para que podamos resistir.
Imitación de Cristo