El fuego prueba el hierro, y la tentación al hombre justo

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Pasada una tentación o tribulación, sobreviene otra, y siempre tendremos que sufrir, porque se perdió el bien de nuestra primera felicidad.
Muchos quieren huir las tentaciones, y caen en ellas más gravemente.
No se pueden vencer sólo con huirlas: con paciencia y verdadera humildad nos hacemos más fuertes que todos los enemigos. El que solamente quita lo que se ve y no arranca la raíz, poco aprovechará; antes tornarán a él más presto las tentaciones, y se hallará peor.
Poco a poco, con paciencia y buen ánimo, vencerás (con el favor divino) mejor que no con tu propio conato y fatiga.
Toma muchas veces consejo en la tentación, y no seas desabrido con el que está tentado; antes procura consolarle como tú quisieras para ti.
El principio de toda tentación es la inconstancia del ánimo y la poca confianza en Dios.
Porque como la nave sin timón la lleva a una y otra parte las olas, así el hombre descuidado y que desiste de su propósito, es tentado de diversas maneras.
El fuego prueba el hierro, y la tentación al hombre justo.
Muchas veces no sabemos lo que podemos; mas la tentación descubre lo que somos.
Debemos, pues, velar principalmente al venir la tentación; porque entonces más fácilmente es vencido el enemigo cuando no le dejamos pasar de la puerta del alma, y se le resiste al umbral luego que toca.
Atajar al principio el mal procura;
Si llega a echar raíz, tarde se cura.
Porque primeramente se ofrece al ánima sólo el pensamiento sencillo; después la importuna imaginación; luego la delectación y el torpe movimiento, y el consentimiento.
Y así se entra poco a poco el maligno enemigo, y se apodera de todo por no resistirle al principio.
Y cuanto más tiempo fuere uno perezoso en resistir, tanto se hace cada día más flaco, y el enemigo contra él más fuerte.

Imitación de Cristo