Poned en una parte los bienes que Dios os ha hecho desde que os crió, descurriendo por vuestro cuerpo y vuestra ánima, cómo debíais de servir a nuestro Señor con todos los miembros y potencias vuestras, cómo érais obligada a reverenciarlo y serle agradecida, y amarle con todo vuestro corazón, sirviéndole con toda obediencia, guardando su santa ley. Mirad cómo os ha mantenido, con otros mil bienes que os ha hecho, y de males que os ha librado; y, sobre todo, cómo, por convidaros a que fuérais buena, vino el mismo Señor al mundo, haciéndose hombre; y por daros ejemplo, convidándoos que le sirviésedes y remediaros de la ceguedad en que vos habíades caído, pasó muchos trabajos y derramó muchas lágrimas, y después su sangre, perdiendo la vida por vos. Todo lo cual se ha de poner el día de vuestra muerte y juicio en una balanza, haciéndoos cargo de ello como de recebido, y hanos de pedir cuenta de cómo habéis servido tantas mercedes, y como habéis usado de vos misma a servicio de Dios, y con qué cuidado habéis respondido a tanta bondad con que Dios ha querido salvaros. Mirad bien, y veréis cuánta razón tenéis de temer, pues que no sólo no habéis respondido con servicios conformes a estas deudas, mas habéis dado males en pago de bienes, y despreciado al que tanto os preció, huyendo y volviendo las espaldas a quien os seguía para vuestro bien.
Audi filia