A otros da Nuestro Señor este bien de la castidad más copiosamente; porque no sólo les da en el ánima este aborrecimiento de sus deleites, mas tienen tanta templanza en su parte sensitiva y carne, que gozan de grande paz, y casi no saben qué es tentación que les dé pena. Y esto suele ser en dos maneras: unos tienen paz y limpieza por natural complexión; otros por elección y merced de Dios. Los que por complexión natural, no deben de engreírse mucho con la paz que sienten, ni despreciar a quien ven tentado. Porque no se mide la virtud de la castidad por tener esta paz, mas por tener propósito firme en el ánima de no ofender en este pecado a nuestro Señor. (Juan De Ávila, Audi filia)