No hacer caso de las astucias del demonio

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Dice santo Rey y Profeta David (Ps. 37, 14): Yo, como sordo, no oía; y como mudo, que no abre su boca. Dificultoso es esto de creer a los que poco saben de las astucias del demonio; los cuales si no dejan de pensar o hacer el bien que hacían, y se ocupan en oír y andar matando las moscas de los tales pensamientos, piensan que por el mismo hecho les han dado consentimiento. Y no saben que va mucha diferencia de sentirlos a consentirlos; y que mientras más los tales pensamientos son tan abominables, tanto más pueden confiar en nuestro Señor, que Él los guardará de consentir en males tan grandes, y a los cuales ninguna inclinación tiene, antes aborrecimiento. Y así el mejor remedio es no curar de ellos, con una sosegada disimulación; pues que no hay cosa que más lastime al demonio, como a soberbio, que el despreciarle tan despreciado, que ningún caso hagamos de él, ni de lo que nos trae; ni hay cosa tan peligrosa como trabar razones con quien tan presto nos puede engañar, Y a bien librar, hácenos perder tiempo, y dejar de proseguir el bien que hacíamos. Y por esto debemos cerrarle la puerta de nuestro entendimiento cuan fuerte pudiéremos, y unirnos con Dios, y no responder a nuestro enemigo. Y para nuestro consuelo y satisfacción debemos decir algunas veces al día, que creemos lo que cree nuestra madre la Iglesia, y que no es nuestra voluntad consentir en pensamiento falso ni sucio; y decir al Señor lo que está escrito (Isa., 38, 14): Señor, fuerza padezco; responded Vos por mí; y confiar en su misericordia que así lo hará. (Juan De Ávila, Audi filia)