Necesidad de la oración y constancia en ella

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Se nos manda aquí orar constantemente. No sólo se declara la utilidad de la oración, sino su inmensa necesidad. Sin ella, la debilidad de la carne nos echa para atrás como la rémora retarda el barco, hasta que nuestras cabezas (sin que importe cuánto deseen hacer el bien) son precipitadas en el mar de la tentación. ¿Qué ánimo está más pronto que lo estaba el de Pedro? Esto enseña cuánta necesidad tenía de la ayuda divina contra la debilidad de la carne. Cuando el sueño le impidió rezar y pedir ayuda a Dios abrió una rendija al demonio que, poco después, se serviría de su flaqueza para embotar los buenos deseos de su corazón y llevarlo hasta la negación de Cristo con perjurio.

La agonía de Cristo, cap. I