Los que rezan continuamente se dividen en los principiantes y los que han hecho algún progreso. Ahora bien, los principiantes son frecuentemente capaces de experimentar, a veces, un impulso de la mente y del corazón hacia Dios, y de repetir con los labios cortas oraciones, aun ocupados en un trabajo mental. Los que han hecho algún progreso y han conseguido una cierta estabilidad de la mente, son capaces de estar ocupados en meditar o en escribir en la ininterrumpida presencia de Dios, como base de la oración. (Relatos de un Peregrino Ruso)