Decimos muchas veces que no somos nada, que somos la misma miseria y el desecho del mundo, pero mucho nos dolería que alguien hiciese suyas nuestras palabras y anduviese diciendo de nosotros lo que somos. Al contrario, hacemos como quien huye y se esconde, para que vayan en pos de nosotros y nos busquen: fingimos que queremos ser los últimos y que queremos ocupar el postrer lugar en la mesa, pero con el fin de pasar honrosamente al primero. La verdadera humildad no toma el aire de tal y no dice muchas palabras humildes, porque no sólo desea ocultar las otras virtudes, sino también y principalmente desea ocultarse ella misma, y, si le fuese lícito mentir, fingir o escandalizar al prójimo, haría actos de arrogancia y de soberbia, para esconderse y vivir totalmente desconocida y a cubierto.
Introducción a la vida devota