La ternura humana de Jesús es un reflejo de la divina ternura del Padre; precisamente porque Dios es el amor infinito, es la infinita ternura; se desborda sin medida, porque es la plenitud sin límites; posee la perfección de la ternura, porque tiene la perfección de la majestad. Solamente Él que vale infinitamente puede amar lo que no vale; solamente Él que lo tiene todo puede llenar lo que está vacío; solamente Él que es tan alto puede bajar hasta el abismo de nuestra bajeza. ¡Ah! Sí, la profundidad de su amorosa condescendencia tiene por medida la excelsitud de su grandeza. (El Espíritu Santo)