Viviendo en la superficie del alma se vive también en la superficie de las cosas; porque el hombre que no sabe penetrar en el fondo de su alma, tampoco sabe penetrar las profundidades de las cosas. Se ocupa sólo en lo exterior y sólo da importancia a las pequeñeces. Así, en los deberes y en las obligaciones, pone su cuidado en la letra más que en el espíritu, en la corteza más que en la savia, en el cuerpo más que en el alma. Sabe que tales y cuales pormenores están prescritos, y tales otros prohibidos. Ve la parte externa de la ley, el hecho material de la prescripción, y esto es lo único a que concede alguna importancia. No ve su aspecto interno, la razón, el fin de la prescripción, el espíritu de la ley, y procura, con una fidelidad externa y mecánica, observar materialmente la letra que ve y que mata, sin atender al espíritu que vivificaría y que no ve. (José Tissot, La vida interior)