La oración es el alimento vital de la piedad. El alma piadosa se nutre de oración, como el pulmón se nutre de aire y el cuerpo de alimentos. Es menester orar incesantemente y no desfallecer, dice el Salvador. Es como si dijera: es menester respirar siempre, sin cesar. Para la piedad, dejar de orar es como para el pulmón cesar de respirar, esto es, el fin de la vida. Si quiero vivir esta incomparable vida de la piedad, si quiero progresar en ella es preciso que aspire continuamente el aire divino, y que me exhale yo mismo en Dios. (José Tissot, La vida interior)