Condiciones de la obediencia consagrada y religiosa
La séptima condición de la obediencia es que sea sencilla; cumpliendo con sencillez lo que se manda, y porque se ha mandado, sin cuidarse del motivo del mandato, ni de cómo podrá ejecutarse; desechando aun todos los pensamientos que pudieran acudir a nuestro espíritu sobre el particular.
Los defectos contrarios son toda clase de preguntas, de por qué y cómo, que la obediencia no puede admitir ni tolerar. ¿Por qué, por ejemplo, manda el Hermano Director esto, y no aquello? ¿Por qué a nosotros y no a otro? ¿Por qué tolera esto en aquél, y no en nosotros? ¿Por qué manda tantas cosas a un mismo tiempo? ¿Por qué manda cosas opuestas unas a otras? ¿Por qué manda cosas inútiles, ridículas, o hasta perjudiciales? ¿Por qué manda con tanta altivez y aspereza? ¿Cómo quiere que se haga tal cosa que parece imposible? ¿Cómo quiere que una persona haga tantas cosas?, etc. O haciéndose a sí mismo otras preguntas semejantes, o haciéndoselas al Hermano Director o a cualquier otro.