La humildad de María y de los santos

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El que no comprende la santidad se pregunta cómo los santos, enriquecidos con todos los dones de Dios y resplandecientes con esas divinas joyas, pueden ser humildes. La verdad es que sólo el santo puede ser perfectamente humilde, y que María, la más grande, la más incomparable de las criaturas, ha sido la más humilde. ¿Qué es, en efecto, el orgullo, sino vivir por mí y para mí? ¿Y qué es la humildad, sino vivir por Dios y para Dios? El orgullo pretende tener todo de sí mismo y lo atribuye todo a sí mismo; la humildad recibe todo de Dios y atribuye todo a Dios; por consiguiente, cuanto más ella recibe, más grande es, pues más puede devolver. (José Tissot, La vida interior)