La guarda del corazón

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¡Oh Jesús mío, qué transformación sufrirá mi vida si guardo el corazón unido contigo! Mi inteligencia puede aplicarse del todo a la acción que ejecute. Pero quiero llegar a practicar en mis trabajos, aun los más absorbentes, lo que he observado en algunas almas; que están enteramente ocupadas y, al mismo tiempo, con su corazón RESPIRANDO constantemente en Ti. La Guarda del corazón, bien comprendida, no disminuirá la libertad de acción de mis facultades en el cumplimiento de los deberes de mi estado; antes al contrario, la respiración de mi alma en la atmósfera de tu amor, Jesús mío, la aumentará, haciendo que mi vida se deslice con serenidad, a pleno sol, pujante y fecunda. En vez de ser esclavo de la soberbia, el egoísmo o la pereza; en lugar de gemir bajo el yugo de las pasiones e impresiones, seré más libre cada vez. Y, con mi libertad perfeccionada podré, ¡oh Dios mío!, darte frecuentemente el homenaje de mi dependencia. Así me aseguraré en la verdadera humildad, sin la cual la vida interior es ficticia. Así también desarrollaré en mí el espíritu fundamental de sumisión; submissio ad Deum, que resume la intimidad de la vida del Salvador. (Dom. J.B. Chautard, El alma de todo apostolado)