La devoción al Padre

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La devoción al Padre se caracteriza por tres cosas: una profunda adoración en espíritu y en verdad, un amor filial ternísimo y un anhelo vehemente de cumplir la voluntad del Padre. Así amó Jesús al Padre: así debemos nosotros amarlo también. Y estos caracteres de la devoción al Padre llevan a una misma cumbre que es la del Calvario, porque la última palabra de la devoción de Jesús al Padre fue la Cruz. Y la última palabra de esa misma devoción en nosotros debe ser también la Cruz. Es por consiguiente la Cruz —símbolo supremo de amor y de dolor— la consumación de la devoción al Espíritu Santo, y por lo tanto, de la vida cristiana y de la perfección. (El Espíritu Santo)