No nos convertimos en santos al superar violentamente nuestras debilidades, sino al permitir que el Señor nos dé la fuerza y pureza de su Espíritu en intercambio por nuestra debilidad y miseria.
No nos convertimos en santos al superar violentamente nuestras debilidades, sino al permitir que el Señor nos dé la fuerza y pureza de su Espíritu en intercambio por nuestra debilidad y miseria.