Santa Margarita María repite con frecuencia:
«El Corazón de Jesús es el trono de la misericordia, donde los mejor recibidos son los miserables, con tal que el amor les acompañe en el abismo de sus miserias.
Cuando cometáis faltas, no os perturbéis por ello, porque esa inquietud y el excesivo apresuramiento alejan de nuestras almas a Dios y echan a Jesucristo de nuestro corazón; pidiéndole perdón, roguemos a su sagrado Corazón que satisfaga por nosotros y nos vuelva a la gracia de su divina Majestad.
Hablad entonces con confianza al amabilísimo Corazón de Jesús: Pagad por vuestro pobre esclavo y reparad el mal que acabo de hacer. Transformadlo en gloria vuestra y en edificación del prójimo y salvación de mi alma. »
De esta forma, nuestras faltas nos sirven algunas veces mucho, para humillarnos y darnos cuenta de lo que somos, y hasta qué punto nos es provechoso estar escondidos en el abismo de nuestra nada.»
»Después de haberos humillado, volved a comenzar de nuevo, a ser fiel, porque al sagrado Corazón le gusta esta manera de obrar que mantiene la paz en el alma.» (José Tissot, El arte de aprovechar nuestras faltas)