El Sagrado Corazón, amparo para los pecadores

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Las apariciones y las revelaciones de Parayle-Monial proyectan una luz suave y encantadora sobre estos pensamientos. Un piadoso religioso dijo: «Después de la venida de nuestro Señor Jesucristo, la confianza es la virtud propia de los pecadores»; pero después de que el Corazón de Jesús se manifestó al mundo, esta confianza puede llegar hasta los límites de la audacia. ¿No es este Corazón divino el que respondió a la lanzada de Longinos derramando sobre él no sólo el perdón, sino la santidad y la gracia del martirio? ¿No alimenta este Corazón a los pecadores con la sangre que ellos hacen derramar, como el pelícano alimenta a sus polluelos en su propio costado, que ellos le abrieron (Himno Adoro te devote). ¿No quiso ser abierto, como dice San Vicente Ferrer, para mostrar a los culpables la fuente misma del perdón? ¿No es este mismo Corazón el que, desde el Sagrario, grita a todos: Venid a Mí todos los que estáis agobiados, y Yo os aliviaré (Mt 11, 28)? ¿No está devorado por una sed insaciable de perdonar y de curar, y no apagamos esa sed suya llevándole nuestras faltas para que las perdone? (José Tissot, El arte de aprovechar nuestras faltas)