Querer hacer el bien y hacerlo en realidad es un consuelo íntimo, una satisfacción nobilísima, aun en el orden natural. Los corazones bondadosos encuentran íntimas satisfacciones. ¡Ah! el odio no hace feliz, la mezquindad está reñida con la dicha, la bondad produce satisfacciones íntimas aun en el orden natural. ¿No hemos visto a esas personas bondadosas que tienen la sonrisa en los labios, que tienden la mano a todos para estrecharla, que hacen todo el bien que pueden en torno suyo, no vemos cómo por ser buenas encuentran una dulce felicidad? En el orden sobrenatural, ésta es más intensa y más perfecta, porque esa bondad que nos lleva a hacer el bien a todos brota de un rayo de luz que el Espíritu Santo difunde en nuestro espíritu, de un sentimiento celestial con el cual sacude nuestro corazón. (El Espíritu Santo)