El gran Moisés, iniciada la ascensión de aquella escala en cuya cima se encuentra Dios, no cesó jamás de ascender, negándose a poner límites a su ascensión hacia las alturas, sino que subía sin parar, escalón a escalón sir detenerse nunca, en vistas a conseguir un escalón siempre más elevado. Y así, después de haber logrado cotas tan elevadas, arde todavía con un deseo tan insaciable que, juzgando insuficiente aquello de que siempre gozaba, ruega a Dios que se le manifieste no en la medida de su propia capacidad, sino como él es en sí mismo.
Vida de Moisés