Existió un hombre que proclamó ser el hijo de, o ser uno con, ese “alguien”. Este clamor es tan sorprendente que sólo son posibles dos visiones de este hombre. O se trata de un lunático o bien, Él era y es, precisamente lo que Él dijo. Si la historia hace la primera posibilidad inaceptable, entonces debe someterse a la segunda. Y si lo hace, todo lo proclamado por los cristianos se vuelve creíble.