Una de las grandes dolencias del hombre es la agitación, y una de las cosas que menos sabe hacer es mantenerse tranquilo, por la confianza, en los brazos de Dios. Hasta cuando me mandan el descanso me afano por saber qué es preciso hacer para descansar, y empiezo a hacer esfuerzos para lograrlo. El único medio bien conocido de reposar es comenzar por no agitarse: esto es precisamente lo que aquí se requiere. Es necesario, dicen los autores místicos, dormirse en el beneplácito divino. Dormiré y descansaré en una paz inalterable, porque Vos, Dios mío, habéis asegurado mi confianza. (José Tissot, La vida interior)