San Francisco de Asís miraba las criaturas con otros ojos, no miran sino lo transitorio y lo superficial; él las miraba con ojos profundos, él veía en cada criatura un reflejo de Dios, cada criatura era como un cristal purísimo a través del cual contemplamos a Dios. Pero, si es verdad que en este santo aparece de una manera especial este fruto del Don de Ciencia, en otros muchos lo podemos también contemplar. ¿No recordarnos que San Francisco de Sales en sus escritos de cualquiera cosa que observa en la naturaleza se sirve para levantarse hasta Dios? ¿No recordamos de aquella alma que cuando miraba el campo y las ñores les decía: ¡Callad! ¡callad! ¡No me digáis que ame, porque desfallezco de amor? Para esa alma las criaturas tenían un lenguaje misterioso, todas le hablaban de Dios; como a quien quiera que ama, un retrato, una flor, el perfume de la persona amada le recuerda a aquella persona que lleva en su corazón. Por eso les decía que callaran, porque le parecía que todas las criaturas la invitaban a amar a Dios, y ella, que ya no podía soportar al ardor de su alma, se Veía obligada a decirles que callaran. (El Espíritu Santo)