Dios sólo quiere nuestro corazón

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Nada, pues, hija mía, pretendo y quiero de ti, sino que te aborrezcas a ti misma, a fin de que puedas amarme: que me des tu corazón (Prov. XXIII) para que yo pueda unirlo con el mío, que fue abierto para ti en la cruz (Joann. XIV, 34). Bien ves, hija mía, que yo soy de infinito precio (I Cor. VI); y no obstante es tanta mi Bondad, que sólo quiero apreciarme en lo mismo que vales tú: cómprame, pues, hija mía, cómprame, pues no te cuesto más que el darte enteramente a mí. Yo quiero que a mí solo me busques, en mí solo pienses, a mí solo me escuches, mires y atiendas, a fin de que yo sea el único objeto de tus pensamientos y de tus deseos, y no obres sino solamente en mí, y para mí. Quiero también que tu nada llegue a sumergirse enteramente en mi grandeza infinita, para que de esta suerte tú halles en mí toda tu felicidad y contento, y yo halle en ti complacencia y descanso.(El Combate Espiritual, Lorenzo Scupoli)