“Dios es”, dice San Pablo, “el que obra en nosotros, por un puro efecto de su buena voluntad, no sólo el querer sino el ejecutar”. Es Dios quien obra: estas palabras del Apóstol tienen una profundidad de sentido infinita. No dice sólo, Dios es quien nos da los medios de querer y de hacer; dice más enérgicamente, Dios es quien obra. San Pablo no considera simplemente aquí la gracia, que es el medio puesto a mi disposición por Dios y el resultado de la operación de Dios. Este medio lo consideraré más adelante; no estoy todavía en los medios, estoy en el camino. Con San Pablo considero aquí la operación misma de Dios en su fuente esencial. Es Dios quien obra, Él mismo: es Él, dice el Apóstol, Deus est. No hay, pues, nada obrado, sino lo que Él obra; no hay nada vivo, sino lo que Él penetra y vivifica. Allí donde Él no obra, nada existe; y allí donde su operación viene a animar, sólo hay vivo lo que Él pone en movimiento: ni puede haber más. (José Tissot, La vida interior)