Dios, mi Padre, me da todo por María, mi Madre; y todos juntos, ángeles y santos, participamos de las gracias de nuestro Padre y de nuestra Madre. ¿Qué alma caerá en el desaliento si comprende un poco el corazón de su Dios y el corazón de María? ¡Oh Dios mío, tengo confianza en Vos, estoy seguro de que me haréis santo! ¡Oh Madre mía, Madre bendita entre todas las mujeres, en vuestros brazos me arrojo y por vuestra mediación espero obtener todo, la gracia y la fuerza, la virtud y la vida, la pureza y la gloria. Con vuestro socorro seré digno de Vos y de Dios, digno de cantar con Vos las alabanzas de nuestro Padre común, y de gozar en él, con Vos, de la beatitud eterna! (José Tissot, La vida interior)