Dios, la fuente de nuestra felicidad

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Quiere ser Él, y Él solo, la fuente plena e infinita de mi felicidad; en Él y en Él solo quiere beatificarme. ¡Y en qué medida! ¡Y de qué manera!… Quiere abarcar mi vida en la unidad de su vida; darme eternamente los arrobamientos de la visión beatífica, embriagarme con las riquezas de su casa, servirme a torrentes sus deleites . La felicidad será completa, y tal que no solamente entrará ella en mí, sino que yo entraré en ella porque me rebosará por todas partes sin que yo pueda alcanzar sus límites por ningún lado. “Entrad en el gozo de vuestro Señor”: ésta será la inefable palabra que invitará al siervo al festín de la eternidad. Gozo de tal suerte inmenso que es sobrenatural, y de tal manera sobrenatural que excede a la capacidad propia de toda criatura posible. Dios no ha querido contentarse con recibir de mí una gloria puramente natural, sino que ha querido dar a mi naturaleza, en su unión con Él, una capacidad sobrenatural para glorificarle. Del mismo modo no se contenta con darme una capacidad natural para una felicidad finita, sino que me da también una capacidad sobrenatural para una felicidad infinita. ¡Dios mío! Conceded a mi ser que se dilate en toda la capacidad sobrenatural de gloria y de felicidad que le habéis dado. (José Tissot, La vida interior)