Ved, pues, a Dios en las almas y a las almas en Dios. Según expresión de Jeremías, ved en el trono de la eterna y soberana gloria la fuente de toda santificación. Buscad menos vuestra satisfacción y vuestro contento; descansad en Dios y no en vosotros mismos ni en las criaturas, ved ahí vuestro centro y entonces todo, todo convergerá al mismo fin. La geometría enseña que en todo círculo no hay más que un centro, que es un punto único, el vínculo de los demás. Apenas se sale del centro, ya no hay unión ni concentración. En la piedad no hay tampoco más que un centro, un punto que atrae todo a sí, que une todo, que retiene todo, a saber: la gloria de Dios, su santa voluntad y su santo servicio. Si permanezco en ese punto único, si me fijo puramente en ese único centro, todo converge, todo viene a parar a él. La infinita multiplicidad de los puntos de la circunferencia, esto es, las múltiples preocupaciones de las criaturas deben terminar todas en Dios y en su gloria; nada distrae de él, todo lleva a él. Fuera de esto, nada une; todo, por el contrario, divide. (José Tissot, La vida interior)