Desprendimiento de las cosas del mundo

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El Señor entró en el templo y se puso a echar fuera a todos los que compraban y vendían, diciendo: Mi casa se llama casa de oración. Vosotros, en cambio, la habéis convertido en cueva de bandidos. ¿Cuál es ese templo convertido en cueva de bandidos? Es el alma y el cuerpo del hombre, que son más realmente el templo de Dios que todos los templos edificados. Cuando nuestro Señor quiere entrar en este último templo, lo encuentra cambiado en un escondite de bandidos y en un bazar de comerciantes. ¿Qué es un comerciante? Es el que da lo que tiene a su libre arbitrio a cambio de lo que no tiene. Es gente llena de su propia voluntad, gente que busca en todo su propio interés.

El hombre debe buscar a Dios en todo lo que hace; debe abandonar completamente las imágenes de las cosas y obrar de manera que su templo quede totalmente vacío. Una vez que el templo esté vacío, una vez que haya echado fuera toda la tropa de vendedores, las imaginaciones que le estorban, entonces podrá ser casa de Dios. Y así encontrará la paz y el gozo de su corazón, y ya nada le atormentará, nada de lo que ahora le inquieta, le deprime y le hace sufrir.