Cultivar la presencia de Dios con la mente y con el corazón

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Para que mejor podamos aprovechar de este ejercicio, es menester que declaremos en qué consiste. En dos puntos consiste, que es en dos actos: uno, del entendimiento; otro, de la voluntad. El primer acto es del entendimiento, que ese siempre se requiere y presupone para cualquier acto de la voluntad, como enseña la filosofía. Pues lo primero ha de ser con el entendimiento considerar que Dios está aquí y en todo lugar, que llena todo el mundo y que está todo en todo, y todo en cualquiera parte y en cualquiera criatura, por pequeña que ésta sea; hacer un acto de fe porque ésa es una verdad que nos propaga la fe para que le creamos: «No está lejos de cada uno de nosotros, porque en él vivimos y nos movemos y somos», dice el apóstol san Pablo. No habéis de imaginar a Dios como lejos de ti, o como fuera, porque está dentro de ti (…) El es el que da vida a todo lo que vive y el que da fuerza a todo lo que algo puede, y el que da el ser a todo lo que es; y si Él no estuviese presente sustentando las cosas, todas dejarían de ser y se volverían en nada. Pues considerad que estáis todo lleno de Dios, cercado y rodeado de Dios, nadando en Dios. Aquel: «Llenos están los cielos y la tierra de vuestra gloria» (Is. 6,3), son muy buenas palabras para esto.

Ejercicios de perfección y virtudes cristianas